Julian Alaphilippe ha ganado el Campeonato del Mundo como se tienen que ganar los campeonatos, sin dejar dudas sobre su mérito. Francia fue la primera selección en apostar de forma contundente sobre una línea de trabajo que fue la dureza, algo que siempre beneficia al más fuerte y que deja sin aliento a los que solo cuentan con la astucia como arma principal. Alaphilippe, fiel a su estilo, atacó allá donde no cabe la sorpresa, ese momento en el que la mayoría sueña con recuperar el aliento entrecortado y espera con ansiedad el final de tanto sufrimiento antes de que revienten las piernas por tanto dolor. Todo el mundo sabía que el francés, escarmentado de la Milán-San Remo, tenía que intentar irse en solitario en el último puerto. Lo sabían, y por ello a nadie sorprendió su demarraje. Solo hubo un problema, nadie lo pudo seguir, tal fue la virulencia con la que salió del grupo. El primer paso lo había realizado con brillantez, pero sabía de sobra que no era suficiente, le quedaba la difícil empresa de realizar la docena kilómetros hasta la meta con cinco hombres pisándole los talones con el mismo fin que soñaba él. Pero en el momento más oportuno de la temporada se convirtió en el Alaphilippe de la crono de Pau en el Tour de Francia del año pasado, un ciclista que sabe rodar a una velocidad endiablada también en solitario.
A más de uno puede sorprenderle el cambio que ha dado el nuevo campeón del Mundo en poco más de una semana. Durante el Tour de Francia, a excepción de la etapa que ganó con brillantez en Niza, hemos visto a un Alaphilippe gris, sin brillo ni remate. Un ciclista sin chispa que estaba en las antípodas de la temporada anterior, cuando ganaba casi sin pretenderlo en todas las especialidades. Durante el Tour, le sobró ahínco y aspavientos, y le faltó fuerza. Decía Frank Alaphilippe, su preparador y primo, que su pupilo estaba construyendo la forma que le permitiría estar al ciento por ciento en el Campeonato del Mundo, un argumento muy manoseado que se utiliza como excusa cuando no se sabe justificar el pobre rendimiento de un gran corredor. Pues resulta que estaba en lo cierto, que Alaphilippe entre escapada y escapada estaba sometiendo a semejantes cargas a su cuerpo que no le permitían recuperarse, pero que a la larga, una vez, asimilado todo el trabajo y haber repuesto su cuerpo, le otorgarían ese punto que no pudo lucir durante el Tour. Se podría entender como la sobrecompensación que llaman los entrenadores y fisiólogos.
Además de ese factor físico imprescindible, creo que en el aspecto puramente táctico hubo otros dos también de suma importancia. Una, las dolorosas derrotas sufridas este año en la Milán-San Remo y en el Campeonato de Francia. Y dos, Wout Van Aert.
Tanto en la clasicissima como en la disputa del título francés, Alaphilippe había sido el ciclista más fuerte en las subidas correspondientes, pero no con el suficiente margen de poder llegar en solitario. En la primera, Van Aert lo atrapó en la bajada del Poggio, momento en que ya perdió la carrera. Y en la segunda, el margen sobre Arnaud Demare y Bryan Coquard había sido tan escaso que, seguramente, jamás creyó en la victoria. Por eso sabía que en el Campeonato de Mundo necesitaba una ganancia mayor para contar con alguna posibilidad y eso le hizo atacar no solo con lo físico, si no también con el alma.
Y aunque parezca contradictorio, creo que Wout Van Aert también le sirvió de cierta ayuda. Es cierto que el primer objetivo de cualquier grupo perseguidor es en primera instancia atrapar al escapado para poder contar con alguna posibilidad de victoria, pero no es menos cierto que tanto Kwiatkowski, Hirschi, Fuglsang, como Roglic sabían con antelación que atrapado Alaphilippe nada podrían hacer con Van Aert, un corredor capaz de ganar a los esprinters más puros del pelotón, hecho que pudieron comprobar por ocasión doble durante el Tour de Francia. Eso, en mi opinión, fue un factor decisivo para que no todos hicieran todo lo posible en la caza del francés, porque aunque sea de forma inconsciente, siempre se guarda algo en la recamara por la amenaza que supone un corredor de la talla de Wout Van Aert, que dicho sea de paso, que un día, al igual que Hirschi, debería ganar un Campeonato del Mundo. Al menos, creo que se lo merecen.
Responsable: Biolaster, S.L, finalidad: Dar respuesta a las solicitudes de información, legitimación: consentimiento del interesado, destinatarios: no se comunicarán datos a terceros, derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos, así como otros derechos, como se explica en la información adicional. Política de Privacidad.