Al poco de comenzar su andadura profesional en 2008, Daryl Impey estuvo a punto de dar al traste súbitamente con todos sus sueños por una caída provocada por el holandés Theo Bos en la última etapa de la Vuelta a Turquía de 2009 que finalmente ganó el surafricano. Todos los que vimos éstas imágenes en directo, tuvimos que contener la respiración durante un buen rato. Impey estuvo más de dos meses alejado de los entrenamientos por varias fracturas en las vértebras y alimentándose con dieta líquida por la rotura de la mandíbula.
El surafricano aunque hombre rápido, nunca ha sido un ganador nato. Cuenta con unas cuantas victorias de prestigio (dos en la Vuelta al País Vasco y una en la Vuelta a Cataluña), pero su palmarés está, sobre todo, repleto de buenos puestos que hablan tanto de virtudes como de deficiencias, pero el hecho de haber seguido trabajando duramente sin decaer en su empeño de mejorar le ha llevado a ganar a los 33 años, el Tour Down Under, la prueba más importante que ya figura en su palmarés. En mi opinión ha sido eso, el premio al trabajo realizado en invierno, porque Impey tiene clase, como todos aquellos corredores con capacidad para ganar, pero es un corredor que tiene que trabajar muchísimo para desbancar a otros corredores más dotados que él. Sin descuidar un ápice su velocidad (ha sido dos veces segundo al esprint), su mejora más notable se ha dado en las subidas, llegando también en segunda posición en Willunga Hill a sólo 8 segundos de Porte, retraso que le confirmó como líder en la clasificación que aguantó sin problemas en la última etapa.
Al igual que Impey, creo que las dos victorias de Andre Greipel, recuperado de su flojo 2017 donde sólo ganó 5 carreras (menos de la mitad de lo que ha venido siendo costumbre en los últimos años), la de Viviani, la de Ewan, o los buenos puestos de Slagter (3º), Devenyns (5º), Gorka Izagirre (7º), se deben a haber redoblado los entrenamientos en invierno con el fin de comenzar la temporada al ciento por ciento, pudiendo así contrarrestar a hombres de más clase como Porte o sobre todo Sagan, el paradigma por excelencia de la clase. Es así como comenzó la especialización a principios de los ochenta y no es mala idea para aquellos que no pueden optar a grandes victorias en igualdad de condiciones.
Seguro que Ritchie Porte también ha entrenado con seriedad una vez que se recuperó de la terrible caída sufrida en el Tour de Francia, porque ganar en Willunga Hill por quinta vez consecutiva no es fruto de la casualidad, y además necesitaba despojarse de las dudas que todo corredor tiene después de un largo parón por alguna lesión. Pero más que a una pugna en los entrenamientos, creo que su victoria de debe en gran parte a su clase y a la adaptación idonea de sus aptitudes físicas a una subida corta pero que exige una intensidad brutal que muy pocos son capaces de soportar.
En cuanto a Sagan, no creo que se haya martirizado a series en invierno. Ningún corredor que pretende estar al ciento por ciento en abril puede presentarse en enero sin margen de progresión y de hecho Sagan nunca ha estrenado su palmarés tan temprano. Por tanto sus dos victorias creo que son la muestra clara de ese don que le ha regalado la naturaleza sin miramientos y en la que residen él y unos poco más.
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