El Tour de Francia ya tiene fecha para éste devastador 2020, y así lo anuncia hoy el diario L’Equipe. En principio, y con permiso del Covid-19, debería comenzar el 29 de agosto y finalizar el 20 de Septiembre, justo el domingo que comenzarán los Campeonatos del Mundo en Martigny, Suiza. Del resto poco se sabe, nada concreto, pero, por lo visto, da igual. El Giro y la Vuelta se deberían disputar tras los Campeonatos del Mundo, pero no han concretado fecha. Tampoco para los Monumentos. Salvado el Tour, todo parece salvado. Grave error. Obviamente el Tour de Francia es el gran escaparate mundial del ciclismo, nadie lo niega, todos lo aceptan, es una carrera de primera necesidad en éste viciado e injusto modelo inventado por ellos, pero, a la vez, es el gran problema para un ciclismo, en mi opinión, más justo y equitativo.
Todo el mundo ha convenido en ésta crisis del Coronavirus que depender de terceros países para garantizar el abastecimiento de productos imprescindibles para la protección del virus ha sido nefasto (la derrota de la tan celebrada deslocalización de hace unos años), como nefasto es depender exclusivamente del Tour de Francia para salvar la temporada ciclista.
Ésta crisis, pese a todas sus particularidades, tiene una similitud con todas las que han golpeado con dureza la humanidad. Los poderosos, el Tour de Francia o la ASO, lo serán aún más, y de hecho ya ha fortalecido aquello que le sobraba: poder. Ha bastado una reunión (celebrada el 15 de abril), para corroborar, una vez más, su personalidad dictatorial. La única carrera que ha salido con fecha fija de la reunión, al margen del mundial (propiedad de la UCI), ha sido el Tour de Francia. Todos han sucumbido a su propuesta. Para eso no hacía falta tal reunión, bastaba con un comunicado dispuesto de forma unilateral, porque se supone que en una reunión, se hacen propuestas diferentes, a veces incluso opuestas, se argumentan, se discuten y, al final, se acuerdan y se aceptan. Pero en el ciclismo no existe la democracia, parece que todo el mundo acepta la dictadura del Tour de Francia, y en esa reunión logró extender su poder y control sobre el resto de estamentos y seguirá explotando este sistema sin ningún tipo de escrúpulos por mal que lo pasen los equipos, y por ende los corredores.
Según ha indicado el director del Giro de Italia Mauro Vegni en el diario Gazzetta dello Sport, el Tour de Francia propuso que el Giro de Italia redujera su duración a dos semanas, e incluso estaba dispuesta a sacrificar la Vuelta a España (también propiedad de ASO) con esa condición. Está claro que al Tour de Francia, sólo le interesa su carrera y por eso nunca será una verdadera solución al ciclismo, lo único que permitirá al resto es la subsistencia. ASO solo piensa en su enriquecimiento particular y será la única que saldrá indemne de todo esto. Algunos equipos y corredores ya han visto reducidos sus ingresos ante la crisis, pero el Tour de Francia seguirá contado con los mismos ingresos por parte de sus patrocinadores particulares y los derechos de televisión. Si verdaderamente quisieran salvar el ciclismo, deberían repartir de forma más equitativa los ingentes ingresos que perciben por los derechos de televisión, porque esos, más que cualquier otro, también pertenecen a los verdaderos protagonistas, los equipos y los ciclistas, el alma de este deporte.
Pero parece que todo el mundo aprueba como un totem todo aquello que decreta el Tour de Francia. Al margen de los 11 equipos de Velon, que tampoco consiguen ni la suficiente unión ni la fortaleza para ejecutar lo que les dicta la lógica, nadie reflexiona sobre algo que sería realmente escandaloso en cualquier otro ámbito de la vida. Es como si Amazon, Google, Apple o Facebook decidieran por su cuenta, y sin riesgo, las normas que deben regir el comercio internacional, y se pasaran por el arco del triunfo todas aquellas leyes implementadas de forma democrática, y además, se jactaran de ser los salvadores del mundo. El ciclismo es el ejemplo más claro de la preponderancia del poder económico (ASO) sobre el político y el ejecutivo (UCI).
Evidentemente que de está crisis también se saldrá, como se salió de las anteriores y además se saldrá con unas consecuencias, parece, idénticas: los poderosos aumentarán su fortuna y poder, y los menos afortunados, equipos y corredores, serán, en general más desgraciados y dependientes. Según un informe publicado en Junio de 2011 por el banco Merrill Lynch, tras la crisis económica que azotó el mundo occidental en 2008, los ricos con una patrimonio neto de un millón de dólares (sin incluir vivienda y otros bienes materiales) se habían incrementado un 26 %, y los ultraricos, es decir, aquellos con un patrimonio superior a 30 millones de dólares, un 33 %. En el polo opuesto, desde el inicio de la crisis hasta el 2018, sólo en España, hubo 745.000 ejecuciones hipotecarias de las cuales 510.000 derivaron en desahucios. El desequilibro que existe en el ciclismo es similar.
Tras ésta crisis, según filósofos políticos, economistas y sociólogos de reconocido prestigio todo cambiará. Aseguran que supondrá el fin de la globalización, el capitalismo liberal salvaje y que nos costará reconstruir las relaciones sociales que quizás nunca sean como hasta ahora. Todo cambiará por lo visto, todo menos el ciclismo, que quedará peor de lo que estaba sin que nadie, o muy pocos, se den cuenta de ello. Se habrá perdido una oportunidad única para enmendar un sistema que siempre beneficia al más poderoso.
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