Desencanto y esperanza

Todo el mundo se está haciendo una pregunta que no tiene respuesta, ¿qué le ha pasado a Egan Bernal? El qué y sus consecuencias son sabidas, lo que se desconoce es el por qué, y seguramente nunca se pueda descubrir del todo. De repente, por esos misterios que tiene afortunadamente la fisiología, su organismo dejó de funcionar con la perfección que acostumbra y llegó al alto de La Grand Colombier empujado solo por la  inercia y el orgullo. Su corazón no palpitaba con la fuerza de hace un año en el Iseran a casi tres mil metros de altura, ni sus músculos se contraían con la misma energía. De hecho dejaron de realizar sus funciones sumiendo al joven colombiano en una derrota temprana, como todo en él. 

Quizás tenga razón Sean Yates, antiguo director del Sky, cuando dice que Bernal estuvo realizando entrenamientos de 300 kilómetros sin ninguna base. Está claro que algo ha fallado, porque más que un desfallecimiento pasajero lo que creo que le ha ocurrido es una disminución de su rendimiento que ya comenzó a verse en la Dauphiné. Pero elucubrar sobre un tema tan complicado como el rendimiento físico por unas notas publicadas en algunos medios o en Strava, me parece arriesgado. Teniendo incluso todos los datos sobre sus entrenamientos, dieta, horas de descanso y sensaciones, es muy difícil acertar sobre lo ocurrido. Estaba cantando que estas cosas ocurrirían, pero nadie preveía que le podría suceder al vigente ganador. 

Junto con la derrota de Bernal, me gustaría destacar dos particularidades contrapuestas sobre la propuesta de este deporte. La excesiva superioridad del Jumbo-Visma al más estilo Us Postal y Sky, y en contraste, la oferta ofensiva del Sunweb, de lo mejor que está aconteciendo en esta edición. Desde el punto de vista particular de un equipo determinado, la oferta del equipo holandés es la más segura siempre que se cuente con el corredor más fuerte, Roglic en este caso. No existe ninguna novedad al respecto, es una forma de actuar que desempeñó con poder absoluto el Us Postal de Armstrong, lo mejoró el Sky de Froome y lo está perfeccionando el Jumbo-Visma de Roglic. Pero como aficionado, es lo más parecido a ver pasar un rodillo. Como esto siga así, y ya lleva tiempo, el ciclismo no tendrá otro aliciente que el esprint, sea en llano o en puertos de más de 2.000 metros. Este deporte lleva décadas siendo un ejercicio monótono al mando de equipos superpotentes que pueden vestir de azul, de blanco o negro-amarillo. Pero el problema sigue siendo el mismo. Estos equipos tienen la capacidad de llevar la carrera tan deprisa, suben a tal ritmo, que el mero hecho de pensar en atacar supone, actualmente, una utopía hasta que no se sobrepasa el cartelito del último kilómetro. 

Menos mal que en algunas etapas hemos tenido al Sunweb, el equipo con la propuesta más ofensiva de la carrera. Evidentemente juegan en otra liga, no tienen a nadie capaz de luchar por la general y eso les permite una libertad de movimientos que en otro caso sería imposible, pero están proponiendo un ciclismo valiente y a la vez eficaz. A mi parecer, la etapas más bonitas de la carrera han salido de sus piernas (Laruns, Sarran y Lyon). Realizan un diseño curioso de su acometida, porque atacan por dúos o tríos, siempre con un rematador como el joven Hirschi o Kragh Andersen, ganadores ambos de sendas etapas, bien acompañados por compañeros que se vaciarán en el asalto. O en el caso de que eso no sea posible, se coordinan perfectamente entre ellos para comandar siempre la iniciativa. Sin contar con una gran estrella están sacando petróleo de donde otros con similar potencial se enfangan en el pozo. El Sunweb está demostrando que otro ciclismo es posible, siempre que se cuente con personalidad y voluntad para dar libertad a ciclistas que en la mayoría de los casos son obligados a realizar labores de contención sin saber muy bien para qué.