Dos ciclistas únicos han sido protagonistas este pasado fin de semana. Alejandro Valverde sumó una victoria más a su extensísimo palmarés, y Tom Boonen abandonó el ciclismo profesional donde construyó su leyenda, en Roubaix.
La hornada de 1980 ha dado mucho que hablar en los últimos años, pero, ya entrado en años, la mayoría son historia. A esa generación pertenece una de las transformaciones más llamativas de la historia del ciclismo, Bradley Wiggins, o el único ciclista canadiense ganador de una vuelta de tres semanas, Ryder Hesjedal (Giro 2012), o el fallido intento de convertir a Yaroslav Popovych en el Eddy Merckx del Este como más de uno se precipitó en adelantar. Pero los dos ciclistas más representativos de dicha generación son Alejandro Valverde y Tom Boonen, los grandes protagonistas del fin de semana.
Aunque parezca mentira Alejandro Valverde aún no había ganado la Vuelta al País Vasco, primera carrera en la que levantó los brazos como profesional allá por el año 2003. Posteriormente repitió el signo de la victoria en otras 6 ocasiones, pero nunca se había llevado la general. Eso sí, en dos ocasiones se quedó a las puertas por 7 escasos segundos. Pero Valverde nunca se da por vencido y pese a contar con 36 años (37 el 25 de Abril) quería saldar un par de cuentas que le quedaban pendientes. Una era la Vuelta al País Vasco y la otra es el Campeonato del Mundo. La primera ya la tiene liquidada, la otra deberá esperar, pero también puede caer.
Valverde corrió más reservado que en otras ocasiones, entendió a la primera que la carrera se jugaría en las dos últimas jornadas, especialmente la última, y se reservó acertadamente para ambas ocasiones. Fue el mejor, el más fuerte y el más agresivo en la jornada de montaña de Arrate, y el mejor entre los favoritos en la crono final. Por tanto su victoria debe alegrar a todos los que aman la competición por ser el justo vencedor.
Tom Boonen no ganó su quinta París-Roubaix pero no hay motivos para la tristeza, ni por eso ni por su adiós. Fue una despedida muy digna sobre el mismo pavés en el que apareció en 2003, su primer año en el profesionalismo sorprendiendo con un meritorio tercer puesto con tan sólo 21 años en una edición en la que se dedicó a trabajar para su líder George Hincapie. Es allí donde cogió el testigo de Johan Museeuw al que con el tiempo superó en todo y se ha convertido en uno de los mejores (sino el mejor) especialistas del pavés de toda la historia. Cuatro Roubaix, tres Flandes, tres Gante-Wevelgem, 5 Harelbeke, y tres Kuurne lo avalan.
Como todos, también cometió errores. Hasta en tres ocasiones hallaron restos de cocaína en su orina, sustancia que se halla en la lista de los productos dopantes pero que su consumo no se considera como tal por lo que ninguna instancia deportiva pudo sancionarlo aunque su equipo tomó represalias impidiéndole correr algunas carreras. El motivo del consumo solo lo sabrá él, pero no parece que fuera para mejorar el rendimiento sino por momentos de debilidad ante la presión que suponía llevar el peso de un país que buscaba con ahínco un sustituto de Eddy Merckx.
Sin que sirva para nada de justificación y ser algo sancionable, no debe ser nada sencillo verse en los titulares de la televisión nacional por una caída o estar sujeto a una constante persecución mediática en un país donde los ciclistas son examinados con lupa. Desde el inicio del año Boonen ha tenido a un periodista del periódico más vendido del país persiguiéndole allá donde iba y la víspera de su último Tour de Flandes publicaron un reportaje de 64 páginas. Eso sólo ocurre con Tom Boonen, un corredor al que el pelotón y los aficionados han olvidado sus traspiés por haber construido su leyenda sobre el terreno donde se desarrolla el ciclismo más espectacular.
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