Como siempre, en la primera semana de la grandes vueltas invariablemente cae algún favorito de la lista de los favoritos o aspirantes a la victoria o el podium. Ésta vez han sido Mikel Landa y Richard Carapaz quienes se verán impedidos de lograr aquello que pretendían. Los motivos, sin duda, son diferentes. En el caso del ecuatoriano creo que es un exceso de fatiga lo que le ha imposibilitado estar en un nivel más competitivo. Éste año, con los Juegos Olímpicos entre el Tour de Francia y la Vuelta a España, apenas ha habido tiempo para recuperarse de los esfuerzos de Julio y menos cuando uno consigue el título preciado y tiene que acometer todo lo que conlleva el mismo: celebraciones, viajes, compromisos de todo tipo…ese incómodo ajetreo que resta tiempo para la imprescindible recuperación. Por tanto, no creo que nadie se deba alarmar por no ver a Carapaz tan bravo como el año pasado.
El caso de Mikel Landa, es más complicado de concretar. El 21 de mayo le operaron de la clavícula que se rompió en la caída del Giro de Italia. Al mes ya estaba entrenando, con tiempo, en teoría, suficiente para preparar y afrontar los compromisos más importantes de su temporada. Así lo certificó la Vuelta a Burgos que ganó sin estar a tope, un detalle de su clase y el curioso desarrollo que tuvo la carrera. La evolución que prometía su frescura hacía pensar que sería uno de los serios aspirantes al podium y también el planteamiento de su equipo, volcado con el alavés como único líder pese a contar con otras opciones nada despreciables. Pero al igual que en el Giro de Italia, Landa ha quedado fuera de juego a las primeras de cambio, y esta vez no ha sido por una caída, algo más preocupante, si cabe. Su cuerpo no ha respondido como se esperaba. No reconocerlo sería irrespetuoso con su categoría como corredor. Landa tiene mucha más calidad, pero en esta ocasión no ha habido paloma en la chistera, no hay magia con la que jugar. La fe ha sucumbido ante la realidad, mucho más dura tras tanta esperanza. Sin embargo, aún perdura la ilusión por alguna locura que mantenga viva la llama del landismo.
La situación de la general es ahora ideal para los optimistas, siempre dispuestos a ver algo positivo y dispuestos a soñar despiertos. Roglic, se encuentra acorralado por dos corredores del Movistar y otros dos del Ineos, pensarán. Sacarán la pizarra sin atender a lo ocurrido en Velefique, donde por momentos se dio esa situación pero no hubo fuerzas para sacarle más provecho que el que se pudo. Como siempre. La ley de la gravedad no entiende de equipos, solo de fuerzas y así premió a Roglic, el más fuerte junto con Enric Mas, a quien le veo más alegre que en otras ocasiones.
Evidentemente podrían ganar la carrera, pero para eso hay que estar dispuesto a perderla, una condición en desuso en el ciclismo moderno. Alguien podría repetir lo de Froome en el Giro de Italia 2018; o lo de Quintana camino de Formigal, o el Contador de 2012 camino de Fuente De. Para que ocurra se tienen que dar tantas circunstancias que a uno le da más por pensar en los casos en los que por mucho equipo que se haya tenido se ha acabado imponiendo el corredor más fuerte. Recuerdo el Giro de Italia de 2015 con Contador escoltado por los Astana Aru y Landa; o el Tour de 2015 en los que Froome tuvo como acompañantes a Quintana y Valverde en el podium de París, o lo poco que pudieron hacer los Schleck para impedir la victoria de Cadel Evans en el Tour de Francia de 2011.
Aún quedan dos semanas, hay carrera y esperanza, pero creo que a Roglic se le está despejando el camino para lograr su tercera victoria consecutiva.
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