Marcel Kittel, el obús alemán que en sólo cuatro Tour de Francia ganó 14 etapas al esprint, no era feliz en el ciclismo. Peter Kennaugh, medalla Olímpico en 2012 y campeón británico, rozó la depresión pese al éxito. Tom Dumoulin, el holandés que ganó el Giro de Italia 2017 y fue segundo al año siguiente al igual que en el Tour de Francia, acaba de abandonar su profesión para encontrarse a sí mismo. Rigoberto Urán valoró seriamente abandonar la práctica ciclista tras el Tour de Francia 2015 porque tal era la presión que sufría que el ciclismo se había convertido en un auténtico martirio para él. Mark Cavendish, reconoció haber sufrido una depresión a raíz de su mononucleosis. Son los ejemplos más conocidos, que no los únicos, de un problema que se está extendiendo de forma inusual y llamativa, lo que me ha llevado a reflexionar sobre las razones que han podido desencadenar situaciones tan extremas.
Cuando se habla de problemas de presión o sobre cualquier situación que conlleve una análisis psicológico, los ciclistas de antaño recurren con simpleza al manido argumento de que los ciclistas actuales no tienen lo que hay que tener para soportar la crudeza de este deporte. Su, casi, única aportación es la de criticar la debilidad que sufren esos ciclistas por abandonar un ejercicio que exige una entereza a prueba de bombas. Puede ser que los ciclistas o la sociedad actual no esté tan curtida como las generaciones actuales, o que los valores hayan cambiado, o es posible que el sufrimiento haya tomado formas o variantes que son desconocidas para las generaciones pasadas. Creo que el problema es bastante más complicado y que no se puede resumir en una sola respuesta.
No conozco con precisión el día a día o las situaciones socio-mediáticas que vivían los campeones de antaño, pero creo que la presión ambiental a la que se someten actualmente tanto los deportistas como cualquier persona que destaque de forma extraordinaria, es infinitamente mayor que en el pasado. Todos los cambios que ha vivido la sociedad con las redes sociales, la exigencia extrema por obtener los resultados más exigentes y el perfeccionismo para desarrollar el rendimiento máximo han convertido el ciclismo en algo insoportable para muchos ciclistas, que cada vez más a menudo reflexionan sobre éste modo de vida. Los ciclistas actuales compiten en menos carreras, pero pasan más días fuera de casa en forma de concentraciones, la mayoría de ellas en altitud. No hay un líder de prestigio que no realice dos o tres estancias en altitud durante el año al margen de otras obligaciones que también le exigen alejarse de su entorno familiar. No existe en la actualidad ciclista que no se someta al control absoluto de su entrenador o equipo, que controla absolutamente cada minuto de su actividad. Desde sus pulsaciones, watios, kilómetros, energía consumida, peso, porcentaje de grasa, horas de descanso, calorías consumidas y su ingesta, valores glucémicos etc, todo es medido y analizado con una perfección nunca conocida, lo que lleva al deportista a estar continuamente expuesto al análisis y sus consecuencias, algo que puede ser agobiante dependiendo de la personalidad del individuo.
Decía hace poco Thibaut Pinot en una entrevista en L’Equipe, que desde los 18 años ha pensado en más de una ocasión abandonar el ciclismo. Uno cree que esas cosas son simples ocurrencias que tiene cualquiera cuando el esfuerzo realizado no conlleva el éxito esperado, pero en esa entrevista quedaba claro que el ciclismo hace tiempo que ha dejado de ser una actividad placentera para el corredor francés. Afirmaba que en sus primeros años de profesional, poco antes de darse la salida en alguna etapa del Tour de Francia, él y sus compañeros podían atender tranquilamente algún evento que se daba en el pueblo de la salida. Ahora en cambio, decía, se realizan reuniones para analizar la dirección y la fuerza del viento o las rotondas que hay en los últimos kilómetros. Se quejaba que el ciclismo había perdido hasta el humor, y que todo el mundo extremaba los cuidados deportivos imitando alguna costumbre que establecía algún equipo sobre el argumento de que era bueno. No parecía especialmente feliz con la situación actual, y de hecho, el temor a sufrir otra debacle en el Tour de Francia, le ha llevado a escoger el Giro de Italia como objetivo primordial para este 2021.
Ésta es la situación a la que ha llevado a no pocos corredores la búsqueda de la excelencia a través del trabajo extremo. Pero, afortunadamente, no a todos.
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