Casi de imprevisto, el cyclo-cross internacional está teniendo noticias positivas e inesperadas. En los últimos años, tres por lo menos, la especialidad invernal se había convertido en el jardín particular de Mathieu Van der Poel, un jardín diseñado y coloreado a su antojo, y no solo por el nutrido colorido que que lleva en el maillot por ser el Campeón del Mundo sino también por su inagotable repertorio. No ha habido ni recorrido, ni condiciones, ni rival que se le haya resistido. Su superioridad ha sido insultante desde la temporada 2017-2018, cuando logró la friolera de 31 victorias y su archirrival Wout Van Aert solo 9, aunque se llevó el Campeonato del Mundo disputado en Valkenburg. La temporada siguiente fue aún más apabullante: 32 victorias para el holandés y 4 para el belga que ya estaba más centrado en la carretera. El año pasado, Mathieu ganó 24 carreras de las 25 que disputó, y Van Aert tan solo una de las 7 que corrió. Por tanto pocas dudas.
Ésta temporada que está en curso, parecía que discurriría por los mismos derroteros, aunque Mathieu Van der Poel ya había adelantado que sus objetivos eran la carretera y sobre todo, la prueba de MTB de los Juegos Olímpicos de Japón. Del cyclo-cross solo espera, dijo, el Campeonato del Mundo, que, de conseguirlo, sería el cuarto, hecho que le serviría para igualar al mítico Roland Libotón, la principal estrella de los ochenta. Logro, que por otra parte, también aspira Wout Van Aert.
El holandés debutó con triunfo en Amberes el 12 de diciembre. Era lo esperado. Pero la primera sorpresa llegaría al día siguiente en Gavere. Mathieu se vio sorprendido por el jóven (21 años) Tom Pidcock, la versión inglesa del propio holandés por su amplio catálogo de virtudes y precocidad. Al igual que Van der Poel, Pidcock hace de todo y todo lo hace bien. En la categoría Junior fue Campeón del Mundo y Campeón de Europa de la especialidad, pero es que también ganó la crono del Campeonato del Mundo de carretera y la París-Roubaix de la categoría, logros que repetiría en la categoría Sub-23, a excepción de la crono de carretera (fue bronce en la prueba en linea), pero sumando el Giro de Italia Sub-23 llevándose además las tres etapas más duras. Y aunque este dato sea anecdótico, en octubre se convirtió también en Campeón del Mundo de E-mtb.
La primera vez que vi a Pidcock fue en 2017 en el Campeonato del Mundo de Bieles, Luxemburgo. Lo que nos llamó la atención era el dominio absoluto que tenía sobre la bicicleta. El circuito, el día de la competición, así como el día previo a la misma, parecía más una pista de patinaje que un recorrido de cyclo-cross. No había manera de completar una vuelta sin caerse, incluso ni a pie. Había que hacer auténticos equilibrios para mantenerse sobre la bicicleta, especialmente en una bajada que se tenía que negociar desde la izquierda hacía la derecha, pero el peralte obligaba a lo contrario, por lo que la mayoría de los participantes optaban por bajarla a pie, aunque tampoco todos lograban hacerlo sin caerse. Pidcock, deslizaba el pide de su pedal, lo extendía como si fuera hacer un ejercicio de ballet y lograba el equilibrio perfecto para bajar a toda velocidad y salir indemne. Era un auténtico malabarista. Desde entonces, creo que todos aquellos quienes hayan seguido sus pasos al milímetro no habrán dejado de sorprenderse. Es una barbaridad lo que ha progresado aquel niño llenó de acné, porque la verdad crecer no ha crecido mucho (1m 57cm).
El pedaleo de Pidcock simula una carencia de fuerza que engaña, parece que avanza sólo por cadencia, pero lo hace por ambos motivos y sobre todo si lo hace en cabeza, que es como le gusta correr, marcando su propio ritmo y territorio, con personalidad. El inglés ha sido, sin duda, una de las mejores noticias de la temporada.
Otro de los sucesos a destacar ha sido el retorno de Wout Van Aert. El belga no está de paso como el año pasado, está plantando cara muy seriamente a Mathieu Van der Poel, que de momento tampoco está tan pletórico como en los años anteriores. Ya no marca tanta diferencia como antes. Ahora tiene muy poco margen sobre el flamenco y a nada que tenga algún percance que antes solventaba con exhibiciones de otro planeta, tiene que claudicar como lo hizo en Herentals, donde un pinchazo lo dejó sin opciones. Pero la última prueba de Dendermonde, que tanto está dando que hablar fue diferente. En primer lugar hay que alabar la demostración de fuerza y resistencia que hizo Wout Van Aert. Nadie logra casi tres minutos de diferencia sin despeinarse. Se encontró con un barrizal que exigía fuerza a raudales, característica que cumple como nadie. Se trataba de triturar los pedales como en los largos puertos del Tour de Francia, un ejercicio monótono de potencia sostenida. Ahí no tiene rivales, y quedó demostrado.
Pero por otro lado creo que Van der Poel tuvo ese día tonto que tiene todos los años y en el que por motivos diferentes desparece por completo. A veces ha sido la presión, como en el Campeonato del Mundo de Valkenburg en 2018. En esa temporada había barrido por completo a Wout Van Aert, pero en la cita mundialista no rindió a su nivel y estuvo casi a punto de perder hasta el podium. En la temporada siguiente, en el Koppenbergcross, uno de los más duros de todo el circuito, se clasificó en el puesto 21. No encontró su ritmo en ningún momento y abandonó por completo la competición sin llegar a abandonar la carrera. Van Aert, que fue tercero, le aventajó en 3 minutos y 58 segundos, la mayor diferencia nunca lograda entre los dos corredores. Los artistas tienen estas cosas, pero creo que con respecto al año pasado Van Aert ha tenido una evolución más favorable y se vuelven a encontrar de nuevo en lo más alto.
Pese a no contar con el siempre ferviente público belga, la temporada de este año está teniendo casi más expectación que las anteriores porque el cara a cara que han mantenido Mathieu Van der Poel y Wout Van Aert en las últimas grandes clásicas de la carretera, no ha hecho más que ampliar y trasladar la disputa a su escenario original, reforzado este año por un pequeño joven inglés dispuesto a ejercer de juez en el combate. A disfrutar.
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