Un ciclista Londinense de 25 años, desconocido para el gran público, con un palmarés repleto de buenas acciones pero apenas victorias, ha ganado el Giro de Italia de forma inesperada, como casi todo lo que ha ocurrido en esta edición del Giro de la Covid-19. Cuando el Giro dio su pistoletazo de salida en Palermo a primeros de octubre, lo máximo a lo que podía aspirar Tao Geoghegan Hart era ser el delfín, el último hombre que se encargara de estrujar a los adversarios de Geraint Thomas, el indiscutible líder del equipo para el que estaba dispuesto a dejarse la piel, tan bondadoso él a la hora de obedecer las estrictas órdenes del equipo británico, con un estilo muy determinado de correr desde sus inicios allá por el 2010. Primero el Sky, luego el Ineos y ahora el Grenadier, siempre han sido fieles al estilo de correr que inventó Lance Armstrong en la década del 2000, un estilo monótono y aburrido que no permite la más mínima improvisación. Un completo catenaccio como reconoce en esta entrevista el propio Dave Brailsford, cerebro del equipo. Cualquier intento de fantasía ha sido demolido por apisonadoras que llevaban al pelotón a punto del estrangulamiento hasta la llegada del último ataque que siempre venía del mismo bando, llámese Wiggins (en crono), Froome, Thomas o Bernal. Y no les ha ido mal, han ganado un tercio de las vueltas grandes que se han disputado desde su creación, 11 de 33. Casi nada.
Sin embargo, en este Giro todo ha sido diferente. El Grenadier, una vez retirado Geraint Thomas tras la tercera etapa por una caída provocada por un botellín, quedó por unos días descompuesto y con el pie cambiado en un baile que no sabía interpretar muy bien. No está acostumbrado a jugar el papel de segundón. No había otra salida que reinventarse, y vaya si lo han sabido hacer.
Al igual que en el Tour de Francia, su primera decisión tras la inesperada retirada de su líder, fue priorizar las victorias de etapa otorgando a todos sus integrantes la libertad de protagonizar escapadas con el único fin de salvar la carrera con victorias parciales. No era el plan predeterminado, ni una decisión adoptada voluntariamente, era una cuestión de supervivencia, la única solución al potencial que presentaba el equipo. Ganna, por mucho que ganara una etapa tras superar un puerto de primera categoría en una escapada, no ofrecía la más mínima garantía para concederle los galones de líder. Dennis, por mucho motor que tenga, no consigue manejar de forma adecuada el control de mandos de su cerebro, y menos cuando se le presiona para ello. Nadie se fijó en Geoghegan Hart, solo el destino.
Hasta la llegada de Piancavallo, etapa 15ª, el Grenadier parecía una olla a presión de la que salían despedidos corredores que nunca antes se habían visto en circunstancias similares. El Grenadier, o sus denominaciones anteriores, siempre ha sido el encargado de dirigir el pelotón con mano de hierro, pero en esta ocasión estaba obligado a desempeñar el papel opuesto. Con una capacidad camaleónica asombrosa, también han acertado en su nueva representación, logrando además la mejor cosecha nunca antes recogida por el equipo: la victoria final, la general por equipos, el premio al mejor joven y siete etapas. Ahí queda eso.
Este hecho, sirve además para lanzar un rayo de luz de cara al futuro que según ha anunciado el propio Brailsford en la entrevista citada, será diferente, más centrado en la aventura y la pasión. Aunque lo dudo mucho, ojalá sea así, porque al igual que ha perfeccionado y mejorado muchas otras cosas en ésta última década, él es uno de los pocos que tiene imaginación, capacidad, presupuesto y personalidad para hacer más atractivo éste deporte.
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