La Itzulia 2021 se había presentado como una revancha del Tour de Francia pasado y se puede afirmar de forma contundente que ha colmado todas las expectativas, si no superado. Ha habido absolutamente de todo: lucha individual, disputa cara a cara entre los dos hombres más fuertes en vueltas en los dos últimos años, y estrategias de libro que provocaron persecuciones que mantuvieron en vilo a los aficionados hasta el último momento. Para que no faltara de nada, también hubo dos victorias y un papel determinante de los corredores locales que hicieron las delicias de la afición vasca, siempre entendida y exigente.
Una vez más se ha comprobado que Roglic y Pogacar están actualmente un par de escalones por encima del resto de los humanos y que apenas hay diferencias notables entre ellos dos. A excepción de los 28 segundos que distanciaron a ambos en la crono, que es mucho, apenas se han advertido diferencias en cuanto a rendimiento, prácticamente han sido un calco: juntos en Ermualde, pegados en Erlaitz, similar tiempo en Krabelin e idéntico en Usartza. La diferencia ha estado en la estrategia, factor mucho más interesante.
Siempre se ha dicho que es más fácil la defensa que el ataque, pero esta vez la ofensiva fue tan brutal, con tantos integrantes e intereses que la la defensa se convirtió en imposible. A excepción del UAE, el resto de equipos parecían alineados por un único objetivo y el zafarrancho fue total desde el inicio. Todos los equipos que pretendían algún tipo de protagonismo movieron sus peones desde el inicio a la espera de cumplir con funciones mayores, algo que llegó antes de lo previsto, porque el UAE no se esperaba un ataque de tal magnitud en la bajada de Gorla, a unos 67 Kilómetros para la meta. De repente todas las estrellas se enfilaron en la dirección que convenía a los atacantes, algo excepcional.
En cuanto Roglic advirtió que Alex Aranburu, que prácticamente se ha escapado en todas las bajadas del recorrido, se situaba en cabeza, se puso como un erizo. No así el UAE, que permitió que algunos corredores se adelantaran a la rueda del esloveno. Habitualmente no ocurre nada por ese tipo de detalles, pero eso no quiere decir que no vaya a ocurrir nunca. Tao Geoghegan, bastante torpe en las bajadas o quizás asustado por el dominio técnico de los Astana Alex Aranburu y Ion Izagirre, dejó un hueco que se fue agrandando curva a curva. Fue una de las claves de la carrera, porque una vez que alcanzaron al grupo de cabeza, los peones adelantados se pusieron manos a la obra. En la persecución, sin saber aún lo que iba a ocurrir, el Jumbo-Visma ya había logrado que se cumpliera el primer requisito para que Roglic lograra la victoria: hacer trabajar en el llano a Pogacar, hecho que mermaría de forma importante a un adversario que en otro caso se hubiera pegado como una lapa a su compatriota y hubiera aprovechado el trabajo de Roglic para desbancar a McNulty para intentar rematarlo al final. No hubo necesidad de profundizar en esa hipótesis, de forma llamativa las cosas salieron mejor de lo esperado.
El tiempo ha demostrado que aquello de que el maillot amarillo da alas, no es cierto del todo, a veces, en muchas, te las corta. Lo sabe bien Brandon McNulty, un corredor que está creciendo muy bien pero el escenario de guerra que le plantearon fue excesivo para un corredor que aún lleva pocas batallas (es de la misma generación que Pogacar, de 1998). La presión se comió al ciclista que hasta el momento se había desenvuelto a la altura de los mejores escaladores en los puertos más duros. Con el estadounidense hundido y Pogacar lejos de su rueda, Roglic se desencadenó por completo. Cuesta arriba, en las bajadas y en el llano, fue una auténtica locomotora con piloto automático. Su propuesta ofensiva fue espectacular, la defensa de Pogacar también, que tampoco encontró una colaboración muy coordinada y contundente.
Cada kilómetro de la carrera ha sido un auténtico regalo para el aficionado más exigente, que ha podido gozar además de dos victorias locales de dos corredores muy queridos por la afición. Ion Izagirre cumplió tras un comienzo desastroso y ahora, además de la victoria absoluta que logró en 2019 ya tiene también una victoria parcial que llevó su sello. Alex Aranburu, no es un ciclista tan precoz como otros muchos de su generación (1995), pero su maduración tardía le otorga garantías suficientes para mirar cara a cara a los mejores especialistas en pruebas de un día. No creo que nadie pueda pedir más, la carrera ha sido un éxito total.
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