El Giro de Italia es la única carrera del mundo en la que pueden ocurrir cosas imposibles. Tan inverosímiles como que un hombre retorcido por el dolor, alejado en la clasificación a más de 3 minutos del líder hasta el último tercio de la carrera, fuera de los diez primeros puestos de la general, sin ningún atisbo de poder ofrecer lo mejor de sí mismo e invitado por sus propios dirigentes a abandonar sin ninguna esperanza pueda ganar la carrera, resulta utópico. En Italia ocurren cosas tan sorprendentes como que un líder como Simon Yates, con la carrera encarrilada con una superioridad tan patente que todos sus adversarios reconocían su supremacía por exhibiciones como las de Osimo y, sobre todo, Sappada, pueda quedar hecha añicos con el frio soplo de Pratonevoso. O que la teoría de la regularidad, principio prioritario para poder ganar una gran vuelta, quede en entredicho incluso en el caso de Dumoulin, el hombre más uniforme del pelotón. O que un corredor (Fabio Aru) sea capaz de realizar su mejor crono de la historia en las peores circunstancias nunca vividas y, que de repente, se marche a casa sin ningún motivo racional ni lógico. O que un bravo ciclista (Thibaut Pinot) sea capaz de sufrir tanto como provocarse una pneumopatía y perder el sueño del pódium antes de la última etapa. Todo eso y mucho más ha ocurrido en una disputa que mejorando lo acontecido en los últimos años quedará marcada para la historia por la gesta que realizó Froome en la etapa de Finestre, un puerto mitificado por el británico en la misma medida en que Fausto Coppi mitificó la etapa entre Cuneo y Pinerolo.
La victoria de Froome ha creado una gran controversia, algo lógico por las circunstancias que le rodea desde su caso anómalo del Salbutamol en la pasada Vuelta a España, y de momento, sin fecha para su aclaración definitiva, una situación grave por las consecuencias que puede acarrear. La sospecha, la desconfianza y la crítica son además de respetables, necesarias para intentar ver la realidad de lo que acontece, pero también sería aconsejable no sobrepasar los límites de la acusación y el insulto.
Hay dos grandes corrientes de opinión sobre lo que realizó Froome camino de Jafferau. Una la que opina que el esfuerzo realizado en solitario durante 80 kilómetros exalta un ciclismo de leyenda; otra, la que cree que la desacredita por completo por lo exagerado de la demostración. En las dos argumentaciones hay contradicciones. Evidentemente llama la atención que tanto Froome como todo su equipo estuvieran tan extraordinarios en dos días concretos, Zoncolan y Finestre. Ninguna preparación ni entrenamiento, por escrupulosa y perfecta que sea, garantiza una puesta a punto tan milimétrica. Pero por otra parte su rendimiento no fue tan estratosférico. Según el corredor desarrolló una potencia media de 350 watios durante la escapada y en ningún momento sobrepasó los 6 w/kgs, un resultado inferior por ejemplo a dos casos que han quedado acreditados como ilegales por dopaje: el de Tyler Hamilton camino de Baiona en el Tour de Francia de 2003, y el de Floyd Landis camino de Morzine en 2006. (fuente Chronoswatts.com)
Los críticos con el inglés, ponen como aval de credibilidad a Dumoulin quizás sin caer en la cuenta que el rendimiento de los dos fue muy similar. En la última subida, de hecho, realizaron un tiempo idéntico, y casi la mitad del retraso que acumuló en meta lo contabilizó en las bajadas de Finestre y Sestrieres.
Cualquiera que sea el resultado de la investigación que se libra en estos momentos en torno a su caso por Salbutamol la duda sobre su rendimiento y el de otros muchos ciclista perdurará para siempre porque no hay evidencia, por fuerte y clara que sea, capaz de romper los prejuicios que se han asentado en todos nosotros y por eso cada aficionado, en base a su conocimiento sobre los diferentes factores que determinan el misterioso mundo del rendimiento deportivo, se hará una película particular de lo que ha visto. Pero al margen de esos análisis, más o menos concienzudos, nadie podrá negar que una vez más el Giro de Italia ha sido una carrera que ha levantado pasiones en un mar de sentimientos provocando, como dice el título de la carrera, un amor infinito senza fine.
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