Los adoquines han tenido una estrella este año: Greg Van Avermaet. Es sin duda, y de largo, el corredor que mejores resultados ha obtenido sobre el pavé culminando su superioridad con una victoria en la Parí-Roubaix, su primer monumento.
Greg Van Avermaet debe pensar que las cosas buenas se hacen esperar, pero que con trabajo y clase siempre llegan. Y ahora, ha llegado su turno. Ha ganado casi todo lo que se ha disputado sobre los adoquines: ganó primero la Het Nieuwsblad, luego el G.P. E-3 Harelbeke, de seguido la Gante-Wevelgen y lo culminó con el triunfo en la París-Roubaix. Todo ello sin menospreciar los segundos puestos obtenidos en el Tour de Flandes y la Strade Bianche.
A punto de cumplir 32 años, su protagonismo es tardío para lo que acostumbran los grandes campeones. Aunque con buenos resultados, Van Avermaet no destacó extraordinariamente a los 22-23 años, aunque Eddy Merckx vaticinó que haría grandes cosas en cuanto le vio ganar su primera carrera en el Tour de Qatar, su estreno en profesionales en 2007. Los motivos de la tardanza, como siempre, pueden ser varios y variados, algunos conocidos y otros no tanto. Antes de nada hay que destacar que Van Avermaet tuvo una llegada más tardía que lo habitual al ciclismo y además de forma fortuita. Era portero de un equipo de la segunda división belga hasta que tuvo una lesión y le aconsejaron hacer bicicleta como rehabilitación. De repente se dio cuenta que aquel deporte que habían practicado de forma profesional su padre Ronald y sus abuelos Aimeé Van Avermaet y Kamiel Buysse (gregario de Fausto Coppi), también era el suyo.
Otro de los motivos que ralentizó su despegue, puede ser el complejo que sentía bajo la sombra de Philippe Gilbert, compañero de equipo tanto en el Lotto como en el BMC. “Nunca hemos tenido una conversación”, reconoció Gilbert en vísperas de los Tres días de la Panne que ganó. “Yo creo que no soportaba su subordinación, siempre me miraba con una ira contenida”, declaró a L’Equipe.
Esos complejos los conoce bien José De Cauwer, descubridor y exdirector del ciclista en el Lotto y, también, antiguo seleccionador belga que recientemente declaró en la televisión belga Sporza que Van Avermaet había sido “ingenuo” en muchas carreras donde trabajaba a destajo para que otros se aprovecharan de su trabajo, incluso sus adversarios.
Tampoco hay que menospreciar el golpe psicológico y la presión que sufrió por verse envuelto en un supuesto caso de dopaje por ozonoterapia que, por lo visto, practicaba un médico de Rotselaar llamado Chris Mertens, al que Van Avermaet reconoció haber visitado pero declaró que nunca consumió sustancias prohibidas. La justicia y la federación belga le dieron la razón. Ese caso debió fortalecerle mentalmente y más aún haber derrotado en más de una ocasión (Tour, Tirreno-Adriático) a Peter Sagan, su adversario directo más difícil de los últimos años. Ahí yace su verdadero cambio, en creerse ganador, un clic que solo se produce con las victorias importantes.
“Entré al velódromo convencido de que iba a ganar, antes me hubiera conformado con un buen puesto”, aseguró cuando comenzó a bajar del infierno. Antes siempre dudaba, ahora siempre está seguro.
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