Leo con atención unas declaraciones de Miguel Ángel “superman” López, en las que dice “echar de menos la magia del ciclismo de hace 12 años, cuando había ataques a 80 kilómetros de meta y ahora, en cambio, hay que medirlo todo con exactitud porque el ciclismo está tan controlado que como explotes puedes perder 20 minutos”. Añade él que, “siempre corre en base a las sensaciones y no fijándose en los datos de la computadora”. Sin entrar a discutir la exactitud de los datos que ofrece, porque hace una década e incluso dos o tres, los ataques a 80 kilómetros de la meta eran tan excepcionales como la de Froome de hace dos años en la Finestre, creo que tiene razón en cuanto a la magia del ciclismo de antaño, pero ese ciclismo se situaría en una época en la que él ni tan siquiera había nacido (1994). Interpreto que las declaraciones que realiza llevan implícita una carga de crítica hacia los potenciómetros, comentario que no es la primera vez que leo, ni el primer corredor o excorredor que lo menciona. Alberto Contador y algunos más de épocas anteriores han llegado a declarar que se deberían prohibir en carrera.
Es evidente que la investigación y los dispositivos electrónicos que se han desarrollado gracias al conocimiento adquirido, ofrecen una infinidad de datos que sin duda facilitan el objetivo por mejorar el rendimiento deportivo. Los potenciometros actuales miden casi con total exactitud los watios que se están desarrollando, el pulso, la temperatura, el tiempo, la distancia, la cadencia y casi cualquier otra dato a excepción del dolor de piernas que se está sufriendo, cosa que algún día, no lo dudo, también se podrá objetivar y mostrar en una pantalla. Estoy de acuerdo con Miguel Ángel López en cuanto a la pérdida de magia, pero no es más que el resultado lógico de la evolución. Se ha perdido magia y se ha ganado en rendimiento, que es lo que siempre se ha perseguido para ganar carreras. Cualquier tipo de conocimiento implica una disminución en el encanto de este deporte que en sus inicios no era más que una maravillosa aventura que conducía a lo desconocido. Al principio fue el simple hecho de conocer los recorridos lo que supuso un mejor cálculo en los ataques o trabajo a realizar. Cualquiera que estuviera al corriente de las dificultades orográficas, podría hacer unas cuentas más exactas para determinar su estrategia. El ciclista que, por poco que fuera, conociera también el comportamiento del cuerpo, su respuesta ante diferentes intensidades, tenía mucho ganado y por eso se consideraba de vital importancia tener experiencia.
Más tarde vendrían conocimientos tan importantes como la recuperación, el descanso, la alimentación, la hidratación, los desarrollos a emplear, el peso, los entrenamientos adecuados, el masaje, la medicina, etc…con todo ello se evitaba cometer los errores que incurrían todos aquellos que desconocían o menospreciaban esas características.
Desde los años 80 todo se ha ido acelerando de forma exponencial hasta llegar a un nivel de conocimiento en el que casi cualquier respuesta del cuerpo se puede mostrar con un dato. Pero personalmente no creo que el problema de la falta de seducción del ciclismo actual sea su conocimiento expuesto en un potenciómetro. No creo que, por mucho que se haya escrito y no siempre con rigurosidad, hoy en día se corra sólo en base al mecanismo colocado en el manillar. Considero que como siempre cualquier ciclista mínimamente inteligente corre basándose en sus propias sensaciones. Porque de nada sirve atacar cuando tienes el corazón en la garganta, un jadeo que te estrangula y un dolor de piernas que sientas que estas vayan a estallar de un momento a otro, por mucho que tu potenciómetro indique que aún, en teoría, podrías desarrollar 30 watios más. O sería de una torpeza infinita, rodar con cierta soltura, relativamente cómodo, con un pedaleo coordinado, una sensaciones agradables, un jadeo acompasado y no atreverse a avivar el ritmo porque tu artilugio muestra que, en teoría, estas muy cerca de tu máximo.
En condiciones idóneas ambas características, sensaciones y datos, deben estar relacionadas, pero no siempre ocurre así por infinidad de variables que son, afortunadamente, incontrolables. 400 watios (o lo que cada cual pueda desarrollar) siempre son 400 watios, no hay discusión, pero uno no siempre tienes las mismas sensaciones cuando está desarrollando esa potencia, ni tan siquiera tiene asegurado poder desarrollarla. En ocasiones la interpretación del cansancio, el sufrimiento y la capacidad de prolongarlo en el tiempo es diferente y, también la gestión de la misma por la condición de seguridad, confianza o desconfianza, miedo, presión o motivación que experimente el deportista. Por eso siempre hay variaciones, aunque mínimas (o no tan pequeñas), en el rendimiento y por eso creo que en los momentos decisivos la reacción y el comportamiento de un corredor está más sujeto a sus sensaciones que a los datos del potenciometro, que se utiliza muchos más para medir y mejorar el rendimiento a posteriori que para determinar el comportamiento en un momento decisivo de la carrera.
No voy a negar que con la masiva aparición de aparatos de todo tipo, en parte se ha abandonado y quizás se esté perdiendo, la imprescindible virtud de conocer el cuerpo humano y acostumbrarse a leerlo con la mayor precisión posible. Es algo semejante a lo que nos ha ocurrido con los teléfonos móviles. Antes, cada uno conocía aquellos números que le eran necesarios o que repetía habitualmente, pero con la llegada de las memorias de los teléfonos móviles, hoy en día no conocemos ni nuestro propio número, y así nos va cuando se nos queda sin batería. No sabemos llamar ni al número de emergencia. Si basamos toda nuestra interpretación del esfuerzo en los números del potenciómetro, estaremos perdidos cuando se apague la pantalla.
De todas formas, el ciclista es tremendamente sensible a sus sensaciones, y no creo que nadie llegue al extremo de la torpeza antes detallada, y por ello considero que más que por el uso de los artilugios modernos, el problema de la falta de atracción del ciclismo actual es más por el diseño de los equipos y sus propuestas defensivas que por la esclavitud hacia los datos. Me declino por pensar que como siempre, obtendrán mejor rendimiento aquellos que saben y acierten a interpretar de forma adecuada las sensaciones de su cuerpo, que aquellos que solo se basen en sus datos fisiológicos. No en su forma de correr, pero a este deporte aún le queda la magia que yace en el comportamiento deportivo del ser humano.
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