Pese a haber pasado unos cuantos días, aún nadie ha resuelto la razón por no haberse cumplido los pronósticos que hacía todo el mundo con respecto al Tour de Francia de este año, o sea, que Tadej Pogacar, el ganador de las dos ediciones anteriores y el auténtico dominador del inicio de temporada, ganaría casi de calle. Se ha argumentado, y creo que con razón o con una base muy solida, que el exceso de calor ha mermado el extraordinario rendimiento al que nos tenía acostumbrados. También se han mencionado sus errores tácticos, sobre todo en la etapa del Col de Granon, en el trayecto del Galibier donde atacado por todos los lados por los corredores del Jumbo-Visma se atrevió a subir tirando la última parte del puerto más alto del Tour de este año. Y como coletilla de cualquier comentario su equipo tampoco ha estado a salvo de las críticas.
No será sencillo llegar a una conclusión concreta, porque el rendimiento humano depende de un sin fin de factores y variables no todas, ni siempre, controlables, y el resultado es aún más complejo porque entran en juego también los adversarios, a los que nunca hay que menospreciar, y es probable que este año Vingegaard haya estado simplemente por encima del esloveno y no hay más tema que tratar. Sim embargo, seguro que los responsables de rendimiento del equipo analizarán todos los datos posibles para determinar las causas de la derrota de este año.
Si no encuentran ningún dato físico objetivo, se podrían fijar en las declaraciones de Eddy Merckx, que algo sabe del asunto. Decía el belga, que en su opinión, Pogacar había ganado el Tour de Francia anterior con tanta facilidad que llegó a pensar que podría ganarlo todo de la misma forma. Me parecen unas declaraciones muy sensatas. Es ciclista esloveno parece un tipo juicioso, reflexivo y maduro, nada pretencioso ni arrogante, pero viendo la superioridad que ha tenido con respecto a todos sus rivales en todas las carreras que ha disputado este año, hasta la persona mas cauta y prudente puede equivocarse en su juicio. Pogacar ha hecho todo lo que ha querido y como ha querido en casi todas y cada una de las carreras que ha disputado este año ante diferentes adversarios. Los ha zarandeado como nadie en los últimos años y se veía que había una diferencia sideral entre él y el resto del mundo. En la propia Tirreno-Adriático, (por no hablar de la Strade Bianche, el UAE, o el Tour de Eslovenia), carrera en la que se enfrentó a Vingegaard, en un ataque seco subiendo el monte Carpegna a unos 16 kilómetros de la meta, sacó 15 segundos de ventaja en apenas 300 metros; un minuto en 3 kilómetros y había ascendido a un minuto y 25 segundos en 4 kilómetros. Vamos que les había quitado el hipo de un golpe.
Seguramente Pogacar pensó que en el Tour de Francia se repetiría la historia y la verdad es que no tenía motivos para pensar lo contrario, y nadie lo hizo. Todo el mundo argumentaba que sería necesaria una estrategia magistral del Jumbo-Visma en alianza con el Ineos para desbancar (si es que lo hacían) al poderoso esloveno, y resulta que al final Vingegaard fue superior en el cara a cara, que fue lo más sorprendente.
Desde el minuto uno Pogacar corrió como si no hubiera un mañana, disputaba todo, hasta lo innecesario. Esprintaba como un poseso por unos segundos de bonificación que no le hacían falta, y también lo hacía cuando no había nada en juego. Y lo hacía en todos los terrenos. Parecía estar ansioso por demostrar que seguía siendo el patrón de la carrera, tan interiorizado tenía que lo era y que nadie lo podría evitar. Es probable que esa sensación de sentirse imbatible provocara que conociera por primera vez al hombre del mazo en la subida al Col de Granon (de nuevo el Col de Granon, allí donde finalizó la era Hinault), y le apareciera, de nuevo, en Hautacam, allí donde Riis humilló a Indurain. Lo había hecho todo con tanta facilidad desde el Tour del año pasado, que no se imaginó que algo así podría ocurrirle jamás. Se equivocó. Nos equivocamos todos.
Sea como fuere, seguro que este año ha aprendido bastante más que el año anterior, porque las derrotas duelen pero son imprescindibles para progresar, y estoy convencido que Pogacar cambiará algunos detalles (preparación, objetivos, comportamiento, actitud….) para la temporada que viene que lo harán aún, mejor corredor.
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