Aprovechando la puesta en escena del recorrido de 2019, el organizador del Tour de Francia lanzó la propuesta de prohibir los potenciómetros, una idea que ya venía siendo tema de conversación y discusión en el mundo ciclista. En mi opinión, no creo que situs toto el problema del ciclismo actual sean los potenciómetros ni que la solución venga por la eliminación de los mismos, y espero que no cumplan con la amenaza que emitió Christian Prudhome en la siempre pomposa presentación del Tour de Francia. Además de irracional, sería inútil, porque nada cambiaría el desarrollo de las carreras ni su resolución.
Desde el punto de vista que el potenciómetro ha permitido perfeccionar los entrenamientos, su uso ha supuesto una pequeña mejora en el rendimiento de los ciclistas, pero que nadie se lleve a engaño y piense que por llevar semejante artilugio su rendimiento se disparará de forma determinante. Lo que han permitido los potenciómetros es, sobre todo, mejorar el tipo de información que dieron en su día los pulsómetros, y objetivar en cuanto a potencia las sensaciones del propio corredor, única fuente de información en el pasado. Pero la gran diferencia no está en conocer los watios que somos capaces de producir, si no en ser capaces de producirlos.
No hay corredor que base su actuación al ciento por ciento por las indicaciones de su potenciómetro y menos en momentos decisivos. El ataque o una respuesta al mismo, no viene dada por una orden del dispositivo colocado en el manillar, si no, sobre todo, por las sensaciones y la capacidad del protagonista. Las diferencias en el rendimiento de un mismo corredor nada tienen que ver si lleva o no el potenciómetro, si no por las muchas variables que afortunadamente le son incontrolables al ciclista y creo, además, que nunca estarán totalmente bajo su control.
Pero ya que el Tour está muy preocupada en intentar mejorar el ciclismo y para ello no se le ha ocurrido otra cosa que poner barreras al mar, le aconsejaría que lo intentaran con algunas otras reformas que a buen seguro podrían ser más productivas. Lo primero que les sugeriría sería la prohibición de la exclusividad que tienen con el reparto de los ingentes beneficios que les brinda su carrera. Les animaría a probar, tal y como hacen otros deportes más democráticos, un reparto racional de los derechos televisivos entre los equipos, que, a la vista está, necesitados andan de fuentes de ingreso. Claro que ellos entenderán que las propinas que reparten con los premios es una distribución más que ajustada.
También les animaría a que tomaran algunas iniciativas más atrevidas como intentar minimizar las grandes diferencias deportivas que existen entre los equipos. Siempre que algunos conjuntos puedan reunir en su seno a los mejores corredores, nada podrá escapar a su control como viene ocurriendo desde más o menos los años 90, donde se estableció el sistema de control del equipo hasta el límite y ejecución del líder al final. Todos los que pueden imitan ese modus operandi que aburre hasta a las vacas. Para cambiar eso, podrían imitar algunas fórmulas que ya funcionan en otros deportes o poner en práctica algunas propias que seguro los sesudos visionarios que abundan en su organización serán capaces de inventar. Claro que para todo ello tendrían que estar dispuestos a variar el desequilibrio de poderes que rige actualmente en el ciclismo y, eso querido amigo, no interesa.
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