Cada ataque de Pogacar genera un dolor de piernas en sus adversarios que los obliga a realizar aspavientos sin poder ocultar su impotencia. Tienen asumido que es lo normal y ya nadie se avergüenza de mostrar sus carencias cada vez que se mueve. Fue muy significativo ver como en un acto desesperado de incapacidad, Joao Almeida, un corredor bravísimo por otra parte, comenzó a realizar movimientos giratorios con su brazo derecho indicando a sus compañeros de equipo que se movieran con celeridad porque aquello era muy peligroso y él no tenía recursos para solucionarlo. Al mismo tiempo, incluso el propio Alaphilippe, todo un Campeón del Mundo, se giró buscando a otros compañeros que hicieran de bomberos, porque tampoco él tenía la manguera a mano. Fue la última vez que vieron al ganador del Tour de Francia, que volvió a dejar su firma con un ataque a 37 kilómetros en Il Lombardia, una barbaridad para casi cualquier otro mortal.
La carrera italiana, el último Monumento de la temporada, confirmó, por si había dudas, que el nuevo ciclismo de los intrépidos protagonistas se ha instalado definitivamente, quién sabe hasta cuándo, pero de momento, somos los afortunados de poder disputarlo. Hasta que hace unos pocos años aparecieron sobre todo Mathieu Van der Poel, Tadej Pogacar o Remco Evenepoel, era muy raro ver ataques apostando fuertemente por la victoria a tantos kilómetros de la meta, una anomalía en un ciclismo asentado en el control absoluto de los equipos más potentes. Siempre había alguna iniciativa desesperada por parte de hombres que buscaban la gloría en una etapa, o algunos ciclistas que luchaban por la general que se atrevían a desafiar al destino una vez desaparecido el miedo a desaprovechar más ocasiones (Contador, Froome). Sin embargo, lo de ahora es totalmente diferente.
Los ataques de larga distancia se han convertido en una costumbre que está creando arraigo en los ciclistas más ilustres, sobre todo en los antes mencionados, y, a la vez, están arrastrando a otros que buscan imitarlos. No hay carrera en la que Evenepoel no ataque, muchas veces en solitario, a más de 50 kilómetros de la meta. Las locuras de Van der Poel siempre tienen una duración prolongada, y Pogacar no les va a la zaga. Cosnefroy es otro corredor que suelta con facilidad las amarras; incluso Colbrelli, un esprinter o hombre rápido, se atrevió a provocar al pelotón en los últimos 25 kilómetros en una etapa del Tour de Benelux que ganó. Qué decir del eléctrico Alaphilippe capaz de provocar cualquier corto-circuito a la menor oportunidad.
Seguramente es mucho más lógico pretender correr de esa forma en prueba de un día, porque con un ataque largo puedes desmontar la fortaleza de algún equipo determinado y obligar a tus adversarios correr también con luz y taquígrafos. Sin embargo, resulta mucho más sorprendente ver a los ciclistas de las generales a correr de esa forma. El riesgo a perder por ser excesivamente ofensivo es mayor, los esfuerzos diarios se pagan, la recuperación es un factor primordial y por todo ello se instala una actitud mucho más cauta y menos espectacular. Por eso llama poderosamente la atención el comportamiento de Pogacar en cualquier situación y todo tipo de carreras.
Tomemos como ejemplo algunas de sus muchas victorias. La de Lombardia ya está analizada, pero si nos fijamos en otras de las 13 carreras (corredor más laureado junto con Roglic y Van Aert) que ha ganado este año, el proceder del esloveno ha sido muy similar. En Tirreno-Adriático, en la etapa que ganó Mathieu Van der Poel, abandonó la compañía de sus adversarios más directos a casi 20 kilómetros de la meta, desafiando a una persecución directa a todo un Wout Van Aert que dejó sin opciones en una demostración soberbia y, que además, casi termina con el sueño de Mathieu Van der Poel, a quien se le acercó a 100 metros en la meta. El día que sentenció el Tour de Francia en le Grand Bornand, atacó a 30 kilometros en el duro Col de la Romme dejando perplejos a todos y un récord de tiempo de 26’29’’ con un rendimiento en watios de 6.3 W/kg, algo similar a lo que realizó en la subida a Jebel Hafeet en el Tour del UAE en la que también estableció mejor marca, 26’16’’. Y así en otras muchas carreras que esperemos se repitan el año que viene.
Está claro que el arte de crear pertenece siempre a los artistas más ilustres y con sus obras son capaces de invertir el orden de las cosas estableciendo nuevas reglas de actuar, disfrutando a la vez de un resultado estético mucho más bello. Pogacar es uno de los referentes de esa nueva forma de arte.
Responsable: Biolaster, S.L, finalidad: Dar respuesta a las solicitudes de información, legitimación: consentimiento del interesado, destinatarios: no se comunicarán datos a terceros, derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos, así como otros derechos, como se explica en la información adicional. Política de Privacidad.