Leyendo una entrevista de Luca Guercilena, Manager del Trek-Segafredo, me ha invadido la sensación del flaco favor que le ha podido hacer a su líder Alberto Cotandor contando los pormenores de su fichaje. Reconoce sin ambages que el madrileño ha sido su segunda opción, que casi nunca es tan acertada y rentable como la primera. A quién realmente quería Guercilena era a Vincenzo Nibali.
A nadie le agrada ser segundo plato de nada, y menos a aquellos que durante mucho tiempo han disfrutado del estatus de elegir el menú y los comensales. La advertencia de la verdad es a menudo más dolorosa que ocultarla. Si todo transcurre, como esperan, a pedir de boca y logran, como confía el mánager italiano, alguna gran vuelta e incluso el Tour de Francia, objetivo harto difícil en mi opinión, esas palabras caerán en saco roto y serán sustituidas por otras más elogiosas hacia el corredor madrileño para encumbrar alguna de sus hazañas imposibles.
Pero cuando uno tiene más pasado que futuro, el talento desgastado y la moral castigada, hay que tener mucho ojo con las declaraciones, porque es sabido que las críticas, o incluso la propia duda, no son bien asimiladas por los dioses y enoja a sus más fieles seguidores. Cuando las piernas tiemblen, el corazón se debilite, decaiga la moral y, pese a todo, haya que superar la barrera razonable del sufrimiento, los pensamientos negativos vienen en una cascada irrefrenable y esas palabras pueden tener un efecto demoledor sobre la confianza hasta del más fuerte. Cuando las cosas se tuercen, las palabras dañan más el corazón que la cabeza.
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