Hace unos 30 años, cuando aún iba al instituto, el profesor de gimnasia, que era uno de los pocos licenciados en INEF, se echaba las manos a la cabeza cuando le decía que los ciclistas, amateurs e incluso profesionales, se tomaban un descanso de unos 2-3 meses sin tocar prácticamente la bicicleta. Le parecía una barbaridad e incluso contraproducente porque la pérdida de la capacidad aeróbica y anaeróbica era importante y llevaría luego mucho tiempo a recuperarla, además, decía, de limitar la progresión por un parada tan prolongada. No era partidario de parar mucho más de tres semanas, lo justo para una recuperación completa, tanto física como psicológica, aseguraba. Tampoco entendía que por aquel entonces el uso de series en el entrenamiento, tan extendidos en el atletismo, deporte que dominaba, fueran una excepción en el ciclismo y no una norma. En cuanto al amplio calendario que se cubría y los días de competición que se afrontaban, le parecía una exageración y estaba seguro que entrenando adecuadamente no hacía falta tanta competición para adquirir el ritmo, que los ciclistas y directores aseguraban, solo era posible conseguir dentro del pelotón.
Esta semana, al conocer algunos detalles de los planes de preparación de muchos equipos y corredores, me he acortado del profesor de gimnasia. Evidentemente todos van a competir en alguna que otra vuelta antes del objetivo principal que no es otro que el Tour de Francia en la mayoría de los casos, pero muchos de ellos priorizarán los entrenamientos en altitud. Puestos a escoger diría que gran parte de los corredores prefieren realizar una buena concentración en altitud a participar en una vuelta de una semana antes de una vuelta de tres semanas, sobre todo los Ineos y los Jumbo-Visma.
Tom Dumoulin declaró, por ejemplo, que no se veía competitivo sin realizar un stage en altitud. Y lo dice un corredor que lleva sin competir desde la Dauphiné del año pasado. Su compañero de equipo Roglic, va a realizar dos concentraciones en altitud; una en julio y otra en agosto, poco antes del Tour de Francia, y solo correrá el Tour de L’Ain (carrera de solo tres días) y la Dauphiné, que este año contará con 5 etapas.
Y casi todos andan igual. Giuseppe Martinelli, director del Astana, acaba de ir a Livigno para organizar una estancia que ahora tiene que cumplir con las estrictas medidas de seguridad por el Coronavirus y van a dividir el equipo en minigrupos en diferentes hoteles. Martinelli ha estado en Livigno pero también barajan la opción de Sierra Nevada y Sestriere. En cambio el AG2R, tiene hotel reservado en el Stelvio.
El Bahrain-McLaren de Mikel Landa no lo tiene tan claro y están dudando entre cinco destinos: Andorra, Pordoi, Livigno, Austria y Eslovenia. Viendo las restricciones de vuelos que aún puede haber, el Jumbo-Visma parece que se decantará por el Tirol austríaco (Kuthai), y si definitivamente el Ineos no puede viajar a su nido del Teide, podrían decantarse por Isola 2000. Como se ve el abanico de posibilidades se ha extendido dado que la meteorología en los Alpes si permite en los meses de julio y agosto lo que no acostumbra en mayo-junio por la copiosas nevadas que aún perduran en esas latitudes.
Con algo más de tiempo para preparar el Giro, su gran objetivo del año, Vincenzo Nibali se concentrará casi seguro en el Passo San Pellegrino, lugar donde acostumbra construir gran parte de sus éxitos, aunque también barajan las posibilidades de Livigno y Sestriere. Y sin esperar ni a julio ni agosto, los hay quienes se ha apresurado para comenzar su concentración en altura la próxima semana: Damiano Caruso, estará durante, al menos, 15 días en el Etna.
Lo dicho, todos a las alturas, que ya habrá luego tiempo de bajar a las tinieblas.
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