Tristeza y optimismo

Denoto cierta tristeza en el cyclo-cross por un motivo, la verdad, preocupante: la ausencia de Mathieu Van der Poel, un corredor tan extraordinario que su alejamiento de las campas ha apenado incluso a los seguidores más acérrimos de Wout Van Aert. Todos hemos esperado con paciencia al mes de diciembre para ver en acción a los dos mejores corredores de la actualidad, pero nos hemos quedado con la miel en los labios por una lesión que nadie se atreve a pronosticar el tiempo de recuperación que va a requerir, ni las consecuencias que puede conllevar. 

Sin duda un cara a cara de Mathieu y Wout en los circuitos es algo muy difícil de superar en cuanto a espectáculo y morbo. Cualquier victoria ante el oponente histórico otorga un prestigio y una satisfacción especial, algo, diría yo, similar a lo que se viven en los derbies del futbol. Nada se puede comparar al placer que produce desbancar al adversario con más pedigrí. 

Nadie puede objetar deficiencia alguna a cada una de las victorias de Wout Van Aert. Cada carrera ha sido un espectáculo en sí mismo, tal es la grandeza de ese corredor incomparable. 

El campeón belga jamás había sido capaz de imponerse en siete carreras consecutivas, objetivo, sin duda, mucho más asequible cuando Mathieu no es de la partida. Tan solo Derdermonde ha sido testigo del duelo más morboso que se puede dar en la actualidad, carrera que suscitó un buen grado de optimismo entre los seguidores del neerlandés por su segundo puesto y haber aguantado en igualdad de condiciones al imparable Van Aert, una apisonadora hasta ese momento. Pero al día siguiente, en Heusden-Zolder, saltaron las alarmas tras la retirada del corredor del Alpecin-Fénix, algo nada habitual en él. 

En dos días se supo el motivo, y quizás, sus razones. Mathieu tiene inflamado un disco entre dos vértebras, una lesión alarmante porque viene siendo recurrente. Su fisioterapeuta, David Bombeke, el hombre que mejor conoce su cuerpo, afirmó en el diario Het Nieuwsblad, que es probable que la lesión se deba a los continuos y diferentes  esfuerzos que ha realizado en el pasado: cyclo-cross, carretera, Mountain Bike y skí de fondo. Y la terapia que le propuso tiene una base, el descanso, algo que apenas ha existido en su diccionario en los últimos años. 

Todo el mundo se pregunta ahora si el objetivo del Campeonato del Mundo a finales de Enero en Estados Unidos, es una quimera o algo realizable. Si ya antes el mes y medio que había programado parecía algo escaso, ahora, con estos problemas parece pura fantasía, pero si hay alguien que es capaz de superar cualquier ficción, es él. 

Mientras esas cuestiones siguen sin resolverse, a los aficionados a la especialidad invernal nos queda seguir disfrutando de las exhibiciones de Van Aert y de la progresión que, carrera tras carrera, está demostrando Tom Pidcock, que suerte mediante, se acaba de imponer a Van Aert en Hulst al haber sufrido una avería mecánica que le dejó prácticamente sin opción de victoria nada más iniciarse la carrera. Van Aert no estuvo tan brillante ni tan fuerte como nos tiene acostumbrados. Personalmente creo que en su menguado rendimiento tuvo más peso el factor psicológico que el físico. No creo que su descomunal potencia ni su inquebrantable resistencia se hayan visto disminuidos de la noche a la mañana, me decanto por pensar que lejos de la cabeza, no supo motivarse lo suficiente como para estrangular su poderoso cuerpo. 

De todos modos, tampoco hay que menospreciar el arrojo y el nivel competitivo y técnico que demostró Tom Pidcock, que fue capaz de arrebatarle entre 5-10 segundos por vuelta al monstruo belga y también fue el corredor que realizó la vuelta más rápida. Sin duda unos datos esperanzadores para que, a falta de Mathieu Van der Poel, el cyclo-cross recupere optimismo de los grandes duelos.