Es indudable que hay muchas cosas que están mal en el ciclismo y que hay que corregirlas con urgencia antes de que se calcifiquen para siempre, y es innegable que aún se siguen repitiendo algunos malos vicios del pasado que convendría desterrar. Pero con los cambios que se vienen dando en los últimos años el desarrollo de las carreras ha mejorado y la Vuelta a Andalucía Ruta del Sol ha sido un claro ejemplo.
Si alguien que hubiera estado incomunicado en los últimos 10-15 años llegara a ver, de repente y sin referencia reciente, este comienzo de temporada, pensaría que las normas del ciclismo han cambiado tan drásticamente que ahora es un deporte que se corre prácticamente de forma individual y que los gregarios han desaparecido. Evidentemente esa es una versión exagerada de la realidad, pero llegados una vez al último puerto, las cosas han cambiado ostensiblemente. Ahora ya no hay líderes que vayan junto con 3-4 compañeros de equipo abriendo paso y sembrado el terror. Ahora, quienes se juegan la carrera son los verdaderos gallos que luchan cara cara elevando el nivel del ciclismo y del espectáculo como ocurría antiguamente. Andalucía ha sido un homenaje al ciclismo del pasado.
Alejandro Valverde (ganador por quinta vez de la carrera) y Alberto Contador (segundo por segunda vez) han tenido una lucha enconada en la que también han participado Mikel Landa, y Thibaut Pinot (ganador de una etapa), sin olvidar a Wouter Poels o Diego Rosa que también han dado juego a la carrera. La mayoría de ellos (excepto Diego Rosa y Poels) son corredores que ya saben lo que es ganar y/o pisar el pódium en las vueltas grandes, algo que no había ocurrido en esta carrera hasta hace cinco años.
También destacaría otras cosas sobresalientes que me han gustado. Por una parte que el talento no necesita de carreras para que brille. Para Alberto Contador era su primera carrera, lo mismo que para Diego Rosa y Mikel Landa, y Jon Izagirre, muy mejorado en las subidas, contaba sólo dos días de competición.
No me olvidaré de alabar la valentía de Alberto Contador, que sigue siendo el guerrero incansable de siempre aunque su espada parece no estar tan afilada como en el pasado. El ataque es una forma de desnudarse en la que se muestra todo, las virtudes y las deficiencias, y a Contador últimamente se le ven algunas carencias que por esa forma de correr saltan a la vista. La más evidente es la falta de resistencia en sus ataques, que no la intensidad. Se vio claramente en las dos subidas más decisivas de la carrera, en Monachil donde un astuto Valverde le remachó llegando a la cima, y en el Alto Peña del Águila donde llegó empachado de esfuerzo al último tramo, circunstancia que aprovechó Pinot para arrebatarle una victoria que bien tenía merecida el de Pinto.
Asimismo la carrera sirvió para relativizar un principio al que muchas veces se le otorga demasiada importancia, sobre todo en subida. Me refiero a la ventaja numérica que contaba el Sky y que sirvió de muy poco porque en el ciclismo y en la mayoría de las ocasiones (en subida casi siempre), lo realmente decisivo son las fuerzas de cada individuo. En la primera etapa con final en Granada, el Sky llevaba a 3 corredores en la subida a Monachil en un grupo de 6-8 ciclistas, pero al margen de algunos ataques, poco pudieron hacer Landa, Poels y Diego Rosa porque carecían de la plenitud de fuerzas de Contador y Valverde, sin duda los dos más fuertes. Y en los últimos 5-6 kilómetros dos de los seis corredores de cabeza también era del Sky pero apenas pudieron llevar a cabo ninguna estrategia de equipo porque les falto distancia, algo imprescindible para que se pueda evitar el esprint en esas circunstancias. La superioridad numérica siempre es una ventaja (sobre todo en el llano), pero no tan relevante como muchas veces se juzga.
Y qué decir de Alejandro Valverde que con el triunfo final llegó a la victoria número 100 de su carrera. Hay que destacar tantas cosas del murciano que será mejor ofrecerle un homenaje merecido en otro apunte a lo largo de esta semana.
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