Wout Van Aert no tuvo una adolescencia fácil. Introvertido, poco abierto a nuevas amistades, sus relaciones se limitaban al círculo más íntimo de unos pocos amigos que se mantenían fieles pese a sus obsesiones por querer ser el mejor en todo aquello que hacía o practicaba. Decía su profesora de la escuela de Het Trapleerke, en Lille, donde también estudiaron Paul Herigers y Erwin Vervecken, también Campeones del Mundo de cyclo-cross como Wout Van Aert, que fue un alumno formal y extremadamente competitivo aunque pecaba de menospreciar sus cualidades. Su tamaño tampoco le ayudaba a ser un líder, pues era el más pequeño de la clase, y en ocasiones sufrió alguna burla por su apariencia débil y diminuta. Y luego había otro problema, un neerlandés llamado Mathieu Van der Poel, que se presentaba en las carreras con toda la pompa que otorga ser el nieto de Raymond Pulidor e hijo de Adrie Van der Poel, y se llevaba todas las carreras importantes de la temporada.
No debía ser nada fácil llevar esa situación en una edad en la que entre otras muchas cosas se desarrollan cualidades tan importantes como la confianza o la autoestima. Seguro que en más de una ocasión Wout Van Aert pensó que aquello se podría perpetuar sin solución y jamás lograría salir de la sombra de Mathieu, todo un ganador, líder y referencia desde edades muy tempranas.
Aunque tardó en desarrollarse, aquel cuerpo enjuto y enclenque, dio un cambio radical y en poco tiempo creció y maduró como nadie había podido presagiar y comenzó, de cuando en cuando, sobre todo en los Campeonatos del Mundo, a imponerse a su verdugo, que en ocasiones arrastraba un exceso de responsabilidad. Van Aert le ganó un Campeonato del Mundo en Sub-23 en Hoogerheide (localidad natal del padre de Mathieu, y lugar donde se celebrará el Campeonato de Mundo de este año), y otros tres en Élite (Zolder, Valkenburg y Bieles, aunque en éste último el neerlandés pinchó en tres ocasiones, habiendo siendo el más fuerte con diferencia). De todas formas la superioridad psicológica de Mathieu era apabullante y los datos también. En cuanto Mathieu Van der Poel se hacía con una mínima ventaja en cualquier carrera, tanto se agrandaba uno como se achicaba el otro. No había forma de meterle mano al neerlandés. En la temporada 2017-18, por ejemplo, Van Aert ganó 9 carreras; Mathieu 31. Hasta esta temporada, se habían enfrentado en duelo directo en 128 ocasiones de las cuales 91 habían ido a parar al lado corredor del Alpecin-Deceuninck. Incluso éste año las cosas parecían que iban a discurrir de la misma forma dado que en el primer enfrentamiento de la temporada, en Amberes, el 4 de Diciembre, Van der Poel aventajó en 23 segundos a Van Aert. Pero este año todo ha sido diferente, y creo que la clave del cambió no se debe al cyclo-cross, especialidad en la que siempre ha sido inferior a Van der Poel, sino al Tour de Francia, el origen de la transformación de Van Aert.
El Tour de Francia ha dado una dimensión extraordinaria al belga. Sus 9 victorias parciales y sus cuatro días de amarillo, además de otras exhibiciones ayudando a sus compañeros, le han otorgado una confianza y una seguridad que le han proporcionado un status casi de invencible. Ya no hay ningún motivo para el menosprecio, han desaparecido las dudas, se sabe, en muchas circunstancias, superior a la mayoría de corredores, incluso a Van der Poel, su pesadilla durante años. Ésa ha sido su victoria más importante, superar sus propios miedos.
Este año, pese a la derrota de Amberes, Van Aert no ha dado su brazo a torcer y por mucho que Van der Poel se distanciara en las zonas más técnicas, jamás cedía en su empeño. Con la cabeza alta y la confianza intacta, revolucionaba sus cilindros hasta dar alcance a su adversario y batirle en última instancia gracias a las reservas, que casi siempre eran superiores a las del depósito del neerlandés. La mayoría de sus duelos han tenido un nivel de exquisitez nunca visto en el cyclo-cross.
La situación ha cambiado de forma tan radical que en las dos últimas carreras en las que se han enfrentado, Koksijde y Zonhoven, no ha habido apenas disputa. Aquejado de los dolores de espalda que obligaron el año pasado al descanso a Mathieu Van der Poel, el ciclista del Alpecin-Deceuninck no ha podido desarrollar todo su potencial permitiendo a Van Aert ganar casi sin oposición. Van der Poel acumula dos tipos de problema que presentan, a corto plazo, una solución difícil. No alcanza su grado óptimo de prestación ni física, ni técnica, ni psicológica. Y el tiempo corre en su contra (el Campeonato del Mundo de disputa en menos de un mes). Su otro problema, y ajeno a su control, es Van Aert, que superado definitivamente el síndrome Van der Poel, se siente seguro de poder con todo.
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