Asma y Problemas Respiratorios
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El Entrenamiento de los Músculos de la Inspiración Mejora las Funciones Pulmonares y Reduce la Disnea de Esfuerzo en los Sujetos que Sufren de Asma Débil o Moderada
A.K. McCONNEL, M.P. CAINE, D.T. DONAVAN, A.K. TOOGOOD, M.R. MILLER.
Unidad de Medicina Deportiva y Rendimiento Humano. Escuela del Deporte y de las ciencias del ejercicio físico y Departamento de Medicina. Universidad de Birmingham, Edgbaston, BIRMINGHAM, B15 2TT, UK. Weiner et al. (1992) han registrado mejoras en las funciones pulmonares y en los síntomas del asma y una reducción en la utilización de medicamentos tras 6 meses de entrenamiento de los músculos de la inspiración, a base de llevar cada inspiración a su máximo.
Dado que los experimentos deben llevarse a cabo al mismo tiempo que el programa de entrenamiento, es importante que los pacientes perciban rápidamente los resultados para que la colaboración pueda continuar. Hemos examinado los cambios aparecidos tras tres semanas de entrenamiento de los músculos de la inspiración en personas afectadas de asma débil a moderada.
Gracias a la utilización de un simple aparato de control invisible para el usuario, se han realizado test sobre 18 sujetos (de los cuales 10 eran hombres) con manifestaciones de asma débil a moderada de manera constante, tras haberlos separado en 2 grupos sin distinción de sexo e independientemente de su capacidad vital frente al esfuerzo. Los dos grupos han utilizado un aparato para el entrenamiento de los músculos de la inspiración que permite establecer una resistencia individualizada a las inspiraciones (POWERbreathe). Nueve de entre los sujetos estudiados han utilizado una técnica ya probada (30 respiraciones con una resistencia del 50% de la Presión Inspiratoria Máxima - 2 veces al día) mientras que los otros han utilizado una técnica considerada ineficaz o placebo (60 respiraciones con una resistencia del 20% de la Presión Inspiratoria Máxima - 2 veces al día).
Se examinaron las funciones pulmonares, la Presión Inspiratoria Máxima (PIMax) y la Presión Espiratoria Máxima (PEMax) así como la disnea de esfuerzo, tanto al principio como después de tres semanas de entrenamiento de los músculos de la inspiración. La disnea fue evaluada cada minuto durante una serie de test de esfuerzo y de resistencia a la fatiga gracias a la utilización de una escala de Borg modificada. Con esta escala de Borg se calculó un resultado medio antes y después del entrenamiento de los músculos de la respiración. Los cambios fueron evaluados mediante un cuestionario. A continuación se procedió a realizar comparaciones estadísticas mediante repetidas medidas ANOVA: se determinó que la diferencia estadísticamente significativa se situaba con una p < 0.05.
Tras el período de entrenamiento de los músculos de la inspiración, el grupo sobre el que se habían realizado las pruebas demostró un aumento significativo en su Presión Inspiratoria Máxima (de 109 a 121 cm H2O; p<0.04). Por otra parte, la tasa de circulación del aire en la expiración aumentó considerablemente (de 510 a 551 litros/min; p<0.05), y se apreció una reducción del 12.4% en la disnea de esfuerzo (p <0.06).
La capacidad vital frente al esfuerzo y el volumen de espiración en el esfuerzo no dieron resultados significativos (4.5% y 8.6% respectivamente). El grupo sometido a las pruebas de entrenamiento de los músculos de la inspiración experimentó también una mejora significativa a nivel de su motivación para la práctica del ejercicio físico (p< 0.03). No hubo cambios significativos en el grupo de control. Los resultados son, pues, fieles a los de Weiner et al. (1992) y confirman su hipótesis según la cual las mejoras sobre la Presión o Capacidad Máxima en la inspiración y sobre las funciones pulmonares se traducen en una reducción de la disnea de esfuerzo. Además, los resultados sugieren que cuando se adoptan los hábitos de entrenamiento apropiados, estos cambios favorables se observan tras menos de tres semanas desde el comienzo del entrenamiento de los músculos de la inspiración, entrañando así un aumento de la motivación para la práctica del ejercicio físico en los pacientes.
Referencias:
Weiner et al. (1992), Chest 102 (5): 1357-1361
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