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La Postura

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Cuando utilizamos este concepto, estamos definiendo un estado de alineación de las partes de nuestro cuerpo. Si hablamos de buena postura nos estamos refiriendo a aquella que más ayuda en la realización de nuestras funciones, la que mantiene nuestro centro de gravedad en una situación más correcta, que obliga a nuestros músculos, tendones y ligamentos a realizar el menor esfuerzo posible y protege a nuestros huesos de fricciones innecesarias.

Por efecto de la gravedad nuestros órganos y aparatos tienden a caer. Los músculos y tendones mantienen un tono para evitar la caída y con la tracción equilibrada de grupos musculares antagonistas conseguimos mantener la postura, incluso la buena postura que más favorezca las funciones orgánicas, no sólo las músculo-esqueléticas, sino la de sistemas como el digestivo, circulatorio, respiratorio, etc.... que funcionan mejor en determinadas posturas y que necesitan de otras para recuperarse. Por ejemplo, es mejor mantenerse erguido para hacer bien la digestión para que avance el bolo alimenticio, es mejor andar para favorecer la circulación sanguínea, pero también es conveniente para el sistema circulatorio la posición horizontal durante el descanso para no sobrecargar el sistema venoso.

En el mantenimiento de la postura intervienen en primer lugar las sensaciones que recibimos de los receptores periféricos que nos informan de la posición de nuestras estructuras anatómicas. El sistema nervioso elabora una respuesta continua para corregir la posición poniendo en tensión músculos y tendones que se opongan a la pérdida de postura.

Este mecanismo de recepción de sensaciones propioceptivas y de emisión de órdenes correctoras puede entrenarse y llegar a ser muy rápido en el automatismo de respuesta. Conseguirlo es interesante en todos los casos y para todas las personas, pero mucho más para aquellas que por padecer alguna lesión o deformidad, precisen un máximo en la eficacia de su respuesta correctora.

El entrenamiento propioceptivo será aconsejable, por lo tanto:

  1. Para todos los deportistas, como entrenamiento, en la prevención de lesiones 2. En las inestabilidades de rodilla y tobillo 3. En los procesos de recuperación tras la lesión y, sobre todo, en la rehabilitación postoperatoria de intervenciones quirúrgicas de miembros inferiores 4. En las deformidades anatómicas de los niños